domingo, 1 de diciembre de 2013

DIA MUNDIAL DE LA LUCHA CONTRA EL VIH - SIDA

Tenia en mente escribir algo y regresar al blog con motivo de este día, sin embargo me encontré con este post de hace un par de días, es de un Psicologo español que atiende a muchos homosexuales en aquellas tierras, y me pareció oportuno y de mucha ayuda todo lo que escribió "cediendo su voz" a algunos de los casos que él ha visto de cerca reaccionar ante la noticia de vivir con VIH, algo largo, pero vale la pena leer estos 19 casos. 


Como todos los años, el 1 de diciembre celebramos el Día Internacional contra el Sida. Ya va para 32 años que la comunidad gay convive con el VIH y todos (sí: tú también, aunque no lo sepas) tenemos amigos, amantes o parejas seropositivos. Llevo cinco años trabajando en la asociación Gais Positius donde me encargo de la atención psicológica tanto en consultas individuales como en talleres de fin de semana. Cinco años en los que he atendido a cientos (puede que a bastante más de mil) hombres gais seropositivos. Cinco años en los que he aprendido tanto sobre el VIH, su transmisión y su tratamiento, como de los hombres que conviven con él. Años en los que muchos de los que fueron mis pacientes se han ido convirtiendo en amigos y muchos de mis amigos (que nunca fueron pacientes) me han contado sobre su propio VIH.
                He aprendido que un hombre seropositivo es un hombre que convive con una infección crónica controlada y nada más. Que tener VIH no significa que seas promiscuo en absoluto, ni que seas tonto por no saber prevenir. Que las campañas que culpabilizan al seropositivo por no haber sido “responsable de su salud” no tienen en cuenta los estados emocionales de las personas que nos hacen “confiar” (a veces en exceso). Que nadie quiere infectarse y que, si sucede, es porque se ha calibrado equivocadamente el riesgo pero no porque se sea ni irresponsable ni tonto.
                En estos cinco años he trabajado, codo con codo, con muchos hombres para lograr que el VIH no sea un obstáculo en sus vidas. Para que dejen de tener miedo a enfermarse y morir porque eso no sucederá. Que aprendan a hablar de su VIH con naturalidad, como el que habla de cualquier otra circunstancia de su vida porque, en realidad, no es más que otra circunstancia, otro dato más de su vida. Que se sientan confiados a la hora de compartir ese dato con sus amigos y que no se asusten a la hora de hablarlo con un posible novio.
                En estos cinco años he escrito sobre cómo quienes peor llevan su VIH son quienes tienen mucha homofobia interiorizada (VIH y homofobia interiorizada) y sobre cómo ésta puede provocar auténticos trastornos en hombres seronegativos espantados ante la idea de infectarse (Sexo TOC) o que son serofóbicos (Serofóbicos). He escrito sobre el proceso de asimilar un diagnóstico (Resultado: positivo en VIH) y sobre cómo contárselo a un candidato a novio (Parejas serodiscordantes). Pero hoy voy a callarme y dejarles hablar a ellos. He pedido a amigos, pacientes y expacientes que me escriban unas líneas explicando cómo es su convivencia con el VIH y cómo han afrontado el diagnóstico. Verás que, en estos 19 testimonios (los puedes leer al completo al final de estos párrafos), encuentras unas líneas comunes y es que, quienes resuelven adecuadamente esta situación, vive unos procesos similares: shock inicial, búsqueda de información, necesidad de confrontar los prejuicios propios, superación de las vulnerabilidades previas, adaptación a la convivencia con el VIH y superación. Estas diferentes “etapas” (o tareas a cumplir) consisten en los siguientes procesos:
·         Shock inicial: se afronta el diagnóstico y las diferentes emociones que desencadena (“…cuando lo descubrí la verdad es que me impacto bastante, fue como un chorro de agua fría en la cara, aunque ya me lo esperaba…”). Suelen ser:
o   Miedo: a morir, a enfermar, a sufrir (“…creía que comenzar la medicación, era empezar a ir cuesta abajo en lo que a la salud se refiere. Estaba convencido de que mi vida iba a cambiar de una manera radical, fotogramas de películas que tod@s conocemos me venían a la mente, imágenes angustiosas de dolor y sufrimiento”).
o   Culpa: por haber permitido que la infección se produjera (“…me culpaba a mí mismo por haberme infectado y pensaba que era el justo castigo por mi descuido”).
o   Vergüenza: convicción de que se ha perdido valor como persona, que hay algo malo en él (“…pensé que nunca encontraría pareja, que nadie me iba a querer, que tendría problemas en mi entorno (amigos, laboral, familiar...), en general, creía que iba a ser rechazado”).
·         Búsqueda de información: para poder contrarrestar los propios prejuicios y las lagunas informativas sobre el VIH (“…también me ayudó mucho compartir mi experiencia con otra gente, que ya había pasado por esa situación, a través de redes sociales y de una asociación. Y sobre todo convivir un fin de semana con un grupo de personas en un taller dirigido por un psicólogo que me dio toda la información que necesitaba y me facilitó las herramientas necesarias para desenvolverme con éxito en la sociedad”).
o   Médica: sobre el pronóstico de la infección y el significado de los controles.
o   Transmisión: sobre cómo ha de ser su sexualidad para no sentirse culpable de otras posibles nuevas transmisiones (“…cuando el médico me dio el resultado definitivo, mi primer miedo fue mi compañero: ¿cómo se lo digo? ¿Lo habré infectado? Afortunadamente, él estaba bien y lo entendió. Hablamos con el médico  sobre probabilidades, estadísticas, prácticas más y menos seguras. Él decidió seguir igual, dado que mi carga viral era muy baja”).
·         Confrontación de los propios prejuicios: afrontamiento de las propias distorsiones sobre:
o   La infección (“…cuando me diagnosticaron de VIH me sentía un apestado, sentía que era un peste andante, que tenía el SIDA de los 80”).
o   La supuesta promiscuidad de los seropositivos (“…me culpaba a mí mismo por haberme infectado”).
o   La torpeza de quienes se han infectado (“…para mí la mayor es el sentimiento de culpa porque sabía cómo se adquiría pero aún así me confié y lo relegaba a algo que le pasaba a "otra gente" y no algo que me podía afectar a mí personalmente”).
·         Afrontamiento de las propias vulnerabilidades:
o   Problemas previos de aceptación familiar (“…fui explicando a situación a los amigos más allegados en las siguientes semanas, con disparidad de resultados. A mi familia no. Esto último me ha dado vueltas continuamente por la cabeza. Hay demasiado dolor en mi vida familiar al cual no me quise enfrentar nunca”).
o   Falta de autoestima y miedo a ser rechazado: (“…con algo de esfuerzo, un día, sin darte cuenta verás que empiezas a sentirte cómodo e incluso seguro en este nuevo barrio. Que estás rodeado, no de enemigos sino amigos y conocidos que te dan cobijo”).
o   Homofobia interiorizada: (“…también en mis relaciones sexuales: disfruto más. Porque, quizás, no sólo siento con mis genitales, sino con todo mi cuerpo, con todo mi ser. Y creo de nuevo, en el amor entre dos hombres. Pienso, profundamente en lo inútil que es a veces juzgar las experiencias que vivimos, poniéndole las etiquetas de “buenas” o “malas”. Somos un saco de prejuicios…”).
·         Adaptación:
o   Adquirir herramientas para/sobre
§  No tener que decirlo a todos sus amantes.
§  Saber sondear a los serofóbicos y apartarlos (“me respondió,”!!Oh no, no, no!! No puede ser ¿cómo es posible? tú no…”. Con la mirada firme y fija le dije cálmate mujer que no es nada más peligroso que tener diabetes... y continué explicándole y aclarándole sus dudas, y ya pues al final se lo tomó muy bien, no ha habido ningún cambio en su actitud ya sea para sobreprotegerme (que no lo necesito) o para rechazarme (que antes la rechazaría yo a ella por serofóbica)”).
§  Comunicarlo asertivamente a amigos y novios (“…empiezas a explicarle a los más íntimos como te sientes y que te pasa, yo lo definiría como volver a salir del armario en otro sentido, que puedes llevar una vida normal conviviendo con el virus”).
§  Incorporar hábitos adecuados sobre la adherencia al tratamiento y sobre los controles (“Después de esta maratón empecé a digerir todo -ha sido la etapa más intensa-, fueron saliendo emociones de rabia e impotencia y sentí la necesidad de desplazar el VIH del centro de mi vida para recuperar la normalidad en el resto de ámbitos, hasta el punto de decir: “cariño, esta noche no me puedo quedar a dormir, me he dejado la medicación en casa”; “…me metí en AA, seguí con la terapeuta, en medio del fregado me diagnosticaron el VIH… Podría haber sido la gota que colmara el vaso, sin embargo, ese detonante, aun no sé cómo, fue el inicio de la RECUPERACIÓN. Dejé de beber, me hice más consciente de mi salud alimentándome y durmiendo bien, me apunté al gimnasio y recomencé a hacer algo que me encanta: pintar. Sin embargo no me he convertido ni en un santo ni en un ángel; soy básicamente el mismo; a veces la cago, reconozco mis subidones, a veces vienen y caigo de bruces en ellos. Lo único que NO me permito ahora es culpabilizarme por mis actos y tampoco el beber alcohol”.
·         Superación:
o   No pensar en el VIH (“…el perder el miedo a contarlo, lo que me ha liberado de verdad y me ha hecho darme cuenta que ser VIH+ no es otra cosa que una circunstancia como otra cualquiera, que me permite hacer mi vida con total normalidad. Si no fuese por la pastilla que tomo antes de irme a dormir, ni me acordaría que soy seropositivo”;  “…estoy bien, ahora tomo solo dos pastillas en el desayuno, estoy feliz, vivo tranquilo, paso mis controles cada seis meses, y solo deseo que pronto llegue una cura definitiva, para las personas de VIH”).

o   El diagnóstico ha sido un aprendizaje (“…con mucho AMOR y ayuda aprendí a ACEPTAR mi situación, es solo entonces cuando empecé a crecer SABOREANDO LA VIDA, viviendo en el aquí y ahora, dándole más importancia a ciertos valores pudiendo resolver todos mis asuntos pendientes, perdonándome”; “…mi madre me agradeció que se lo contara a pesar de la forma en cómo se lo conté, ¿qué iba hacer yo? soy mitad andaluz así que de qué forma iba a decirlo sino con un poco de folclore, como me educaron ellos. A día de hoy mi familia es más fuerte, yo más independiente emocionalmente, tenemos una relación más auténtica. Y lo aprendido  es que no hay ESTIGMA QUE VALGA ante el amor y el aprecio”).

                A mis amigos les he pedido que hablen de resiliencia, de resolución de conflictos… ya hay suficientes historias de dramas en internet. Yo he querido dar la voz a los que nadie saca en portada porque no son sensacionalistas. Aunque deberían, porque lo verdaderamente sensacional es la capacidad que han tenido de sobreponerse y de convertir sus vidas en historias de éxito. Si eres seropositivo debes leer este post porque aquí 19 hombres te van a dar una visión alentadora sobre tu propia vida. Si eres seronegativo, este post es para ti, para que sepas lo que significa (y lo que no) vivir con VIH.

TESTIMONIOS:

Testimonio 1: 41 años, 4 de diagnóstico.
-        Pues tengo que informarte que salen dos líneas…
-        ¿Cómo, no es un error? contesté yo.
-        Creo que no. Aunque debes hacer la prueba confirmatoria.
-        Vaya, voy a llorar, ¿me puedes coger la mano, por favor?
                Y me cogió la mano y lloré. Unos 15 segundos. Pasaron muchas cosas por mi cabeza. - Ya está, me lo suponía. Tengo que avisar a mi pareja.- Hice el gesto de buscar el móvil en mi mochila y recordé que me lo había olvidado en casa, con mis usuales prisas. Era Septiembre. Tenía 37 años, pareja, acababa de compararme con mi pareja un piso que justo finalizábamos de reformar, un gran grupo de amistades, unas relaciones familiares cordiales pero distantes en la mayoría de ocasiones y un buen empleo que me gustaba. Y me diagnosticaron VIH (prueba rápida). El día 5 de Noviembre de ese año me dieron el diagnóstico confirmatorio por laboratorio, despejando cualquier duda.
                Recuerdo bien porqué lloré el primer día. Temía haberlo transmitido a mi pareja, pero por esas cuestiones del azar no pasó. Mi infidelidad no tuvo esa consecuencia. Y mi parte más estoica tomo el control, no volví a llorar y pude pasar los siguientes meses en un estado de cierta tranquilidad, aunque dentro de mi sabía y sentía que mi vida iba a tomar una vía diferente a la que tenía hasta ahora. Ocho años de pareja, trabajo, lucha, peleas y reencuentros, siguiendo un guión que me había marcado. Y todo cambió.
                Hicimos mi fiesta de cumpleaños, multitudinaria y divertida, y fui explicando a situación a los amigos más allegados en las siguientes semanas, con disparidad de resultados. A mi familia no. Esto último me ha dado vueltas continuamente por la cabeza. Hay demasiado dolor en mi vida familiar al cual no me quise enfrentar nunca. Desconozco que haré más adelante. Debo arreglar muchas cosas antes de tomar esa decisión. Mi vida de pareja ya estaba muy tocada y eso acabó de provocar su defunción. Mi ex deseaba cuidarme y ayudarme, y seguimos juntos casi otro año. Pero en la Semana Santa del año siguiente el dejó bien claro que no éramos pareja. Y ahí fue cuando caí. Se acabó cualquier atisbo del sueño en el que me quise meter. Catártico año siguiente. Mi empresa empezó a ir mal, mi vida de pareja acabó de fenecer y después de seis meses viviendo juntos como “compañeros” tomé la decisión de irme pues la convivencia era verdaderamente infernal.
                Demasiados demonios. Demasiado dolor. Demasiada culpa. Eso es un cambio de vida radical. El final de nuestra vida en común fue desagradable, por suerte ya superado por ambos a día de hoy. Empezar de nuevo, con 38 años, sin empleo, sin casa, sin pareja y seropositivo. Y con el equilibrio (o supuesto equilibrio) perdido. Muy prometedor la verdad. Y una extraña sensación de soledad que no había experimentado en mucho tiempo. Mirando en perspectiva me sorprende la capacidad de levantarme. Busque y encontré un nuevo piso, lo mismo con el empleo y decidí mirarme al espejo, por fin. Eso último es lo que aún sigo haciendo, con ayuda de un buen terapeuta: no es fácil, eh? Preguntarte quien eres, y por qué reaccionas y actúas de la manera que lo haces. A veces no me gusta lo que veo o, peor en mi opinión, descubro como soy en verdad en algunos aspectos en los cuales no quise mirar hasta ahora.
                Inicié algunas relaciones, pero o bien alguno salió corriendo (los menos), en otros casos por mi parte vi claro que no era posible u otros no querían relaciones (aunque si amistad en algún caso). Y he conocido a nuevos amigos que deseo queden en mi vida y a otros los he tenido que ir apartando, con dolor, pero la limpieza era ya muy necesaria, pues la había pospuesto demasiados años. Y me he ido reconstruyendo. No todo es de color de rosa la verdad. Hay días infernales. Hay días gloriosos. Y días que más o menos como el resto de los mortales (la mayoría de días).
                Mi tratamiento no me da problemas, me siento bien y no experimento con aquella sensación de sucio que tuve en un principio. Si, sucio. Manchado. Estropeado. Eso era lo que sentí al principio. Y actualmente, me siento reconciliado con mi cuerpo después de muchos años. Ya he iniciado el camino de a reconciliarme conmigo. Y hago planes y los deshago. Ahora me miro cada día en el espejo. Y me empiezo a reconocer.

Testimonio 2: 31 años, 3 de diagnóstico.
                Cuando lo descubrí la verdad es que me impacto bastante, fue como un chorro de agua fría en la cara, aunque ya me lo esperaba, esa agua me hizo despertar de alguna forma, ver que no somos eternos como pensamos, y lo primero que pensé, era que debería de cambiar mis hábitos para lograr vivir más... que tonto era, ahora que me recuerdo lo que me pasaba por la cabeza.
                Hoy tengo claro que tener una diabetes es bastante más complicado que VIH y que los problemas me los ponías yo mismo.
                No lo conté a mis padres, básicamente porque no creo que me puedan ayudar en nada con ese tema, tampoco a todos mis amigos, los más próximos sí, más que nada porque quería compartir un aspecto nuevo de mi vida con ellos, entiendo que eso es lo que hacemos constantemente con los amigos, no lo dije buscando aceptación ni nada del genero.
                Me acuerdo que 2 de ellos lloraran, delante mío, y la verdad es que no me afectó en nada, porque veía que su llanto y tristeza eran frutos de la ignorancia, me acuerdo incluso de hacer bromas diciendo, ya verás que quien te va a enterrar soy yo jejejeje! (el humor negro que no se me pierde).
                Pero, al paso del tiempo, lo han aceptado de mejor forma, y a veces, muy raramente me lo preguntan pero nada en especial, apenas para saber cómo estoy. Ya los otros amigos a quien comenté, algunos me han dicho que también lo eran, otros apenas dijeran que me cuidara y que no me preocupara, ese ya tenían más información del tema.
                Particularmente no me cambió nada decir o no a ellos, pero no puedo negar que me siento mejora sabiendo que hay gente allí fuera que me conoce de verdad y saben quién soy al 100% y que a esas personas les puedo llamar amigos.

Testimonio 3: 39 años, 18 meses de diagnóstico.
                El día que me diagnosticaron que tenía VIH, yo estaba en el hospital solo, y si bien, me derrumbé al  escuchar el diagnóstico de la doctora, en seguida me di cuenta que se lo tenía que decir a todos mis allegados en cuánto pudiera. Así, y en los días siguientes, a medida que iba viendo a familiares (padres y hermanos, se entiende), y amigos cercanos, les comuniqué la noticia, con toda la entereza que pude, encontrándome como me encontraba en periodo de shock (o aceptación de la nueva realidad). Y la decisión de sincerarme con mi familia la tuve clara desde el principio: me negaba a volver a estar en otro armario otra vez con mis seres queridos, tal y cómo me pasó con la revelación de mi homosexualidad y me dije: ¿vas a consentir que pase mucho tiempo, quizás años, para decirles lo que te ha pasado? La respuesta fue clara: por supuesto que no. Es este hecho: el perder el miedo a contarlo, lo que me ha liberado de verdad y me ha hecho darme cuenta que ser VIH+ no es otra cosa que una circunstancia como otra cualquiera, que me permite hacer mi vida con total normalidad. Si no fuese por la pastilla que tomo antes de irme a dormir, ni me acordaría que soy seropositivo.

Testimonio 4: 51 años, 2 de diagnóstico.
                Cuando me diagnosticaron, fue como el hundimiento del Titanic. Los sentimientos de miedo, culpa, desorientación, soledad, vergüenza...me bloquearon. Pero poder compartir ese momento con otra persona me ayudó. Me acompañó en mi primer contacto con el médico, el cual me dio información actual y realista sobre el tema.
                También me ayudó mucho compartir mi experiencia con otra gente, que ya había pasado por esa situación, a través de redes sociales y de una asociación. Y sobre todo convivir un fin de semana con un grupo de personas en un taller dirigido por un psicólogo que me dio toda la información que necesitaba y me facilitó las herramientas necesarias para desenvolverme con éxito en la sociedad.
                Lo más importante es poder compartir tu experiencia, buscar información, información y más información. ¡Ah, y como dice mi amigo Gabriel: "¡quererte mucho! ".

Testimonio 5: 30 años 2 de diagnóstico.
                Ni me dio ni tiempo para sentarme antes de decirme el resultado. Entré un estado de sorpresa y shock la primera pregunta que hice a la doctora fue “¿cuánto tiempo vive una persona seropositiva?” Ahora me entra la risa al acordarme-
                Estaba en la consulta médica y seguía sorprendido, pues no recordaba ninguna conducta de riesgo reciente, y no había sido un año especialmente ajetreado en tema sexual. Pero había pillado el VIH. Ese mismo día se lo comenté a mis amistades más cercanas, por suerte entre ellas cuento con algún amigo seropositivo que ya había pasado por esta situación.
                Inicié una maratón de visitas al hospital: analíticas que no fueron demasiado bien, consecuente inicio de medicación que me dejó un poco KO un par de semanas, más revisiones etc., etc…
                Fui más veces al médico en los 6 primeros meses de lo que había ido en toda mi vida, menos mal que todo el equipo médico es encantador. Entre visita y visita busqué apoyo en foros, ONG’s y otros seropositivos que fui conociendo. Toda mi energía iba focalizada a dominar esta nueva situación. Extrañamente este ajetreo hizo q me saltara un poco la fase de luto. No tuve o no me permití tener tiempo para emociones.
                Después de esta maratón empecé a digerir todo -ha sido la etapa más intensa-, fueron saliendo emociones de rabia e impotencia y sentí la necesidad de desplazar el VIH del centro de mi vida para recuperar la normalidad en el resto de ámbitos, hasta el punto de decir: “cariño, esta noche no me puedo quedar a dormir, me he dejado la medicación en casa”.
                Obviamente pillar el VIH es una putada y de las gordas, pero tengo que reconocer que estoy mejor conmigo mismo ahora, que hace dos años. El apoyo y cariño recibidos, el trabajo realizado, la superación de miedos y un largo etc. me hacen sentir más fuerte y seguro.

Testimonio 6: 28 años, 30 meses de diagnóstico.
                Cuando me diagnosticaron de VIH me sentía un apestado, sentía que era un peste andante, que tenía el SIDA de los 80, lo más fácil en ese momento fue negarlo y fingir que nada pasaba, hasta que mis defensas bajaron y necesité medicación, fue ahí donde tuve que enfrentarme a la realidad y buscar ayuda, poco a poco descubrí que además del VIH habían más libros o enciclopedias en la mochila de mi biografía, enciclopedias que pesaban mucho y que nunca me atreví a quitar, así que lo hice, me enfrente al VIH y a las otras enciclopedias que tenía en el bolso, quité a parte de mi familia, amigos y todo lo que implicase algo negativo en mi vida, fue muy duró y muy difícil, a veces cogía la bicicleta y me iba a la playa a llorar solo. 
                Para mí lo más difícil fue desestigmatizar el VIH, quitarme la idea de la cabeza el VIH de los 80, y aprender que hoy en día es una de las enfermedades más controladas y estudiadas, en el aspecto personal fue una forma de aprender a VIHvir mejor y tener calidad de vida, (como la tiene cualquiera que se quiera a si mismo) con los novios y amantes pues aprender a quién decírselo y cómo decirlo, obviamente si a alguien le cuanto lo dramática que es mi vida y que además tengo VIH se va a espantar, pero si lo explico con asertividad y resolviendo sus dudas e inquietudes las cosas cambian, aunque muchos me han respondido con “ah, pues yo también vivo con VIH” (en Barcelona somos 1 de cada 4). El VIH no es ningún impedimento para mí en nada, tampoco lo uso como excusa cuando tengo algún fracaso sentimental (que todos lo tienen), o cuando encuentro gente con la que no hay nada de afinidad. 
                Para contárselo a mi mejor amiga de la vida pues antes tuve que estar convencido yo mismo de que el VIH no es nada grave para que ella luego no me asuste a mí mismo, entonces quedamos, le dije mira "A" hace un tiempo que vivo con VIH y pues ahora estoy tomando medicación, a lo que "A" me respondió,”!!Oh no, no, no!! No puede ser ¿cómo es posible? tú no…”. Con la mirada firme y fija le dije cálmate mujer que no es nada más peligroso que tener diabetes... y continué explicándole y aclarándole sus dudas, y ya pues al final se lo tomó muy bien, no ha habido ningún cambio en su actitud ya sea para sobreprotegerme (que no lo necesito) o para rechazarme (que antes la rechazaría yo a ella por serofóbica).

Testimonio 7: 29 años, 4 de diagnóstico.
                Me dirigía a casa de mis padres, para tener un domingo como habitual en familia, en el trayecto sentía como si algo malo no debía contarles, y mi plan era ese no compartir con ellos que tenía VIH, mi sentimientos eran varios, entre vergüenza, miedo , y como si me fueran a regañar, y a la vez defraudar y avergonzado estaba. Al llegar a casa abrí la puerta salude y de inmediato me metí en el cuarto de baño, donde sentado en la taza del W.C. empecé a llorar con un gran llanto mientras y entre bocanada de aire llamaba a mi madre para que viniera a consolarme. Ella acudió a mi llamada y al verme en ese estado empezó a abrazarme y a llorar conmigo sin saber que ocurría, yo repetía, “NO PUC MÉS, NO PUC MÉS[1]”, y cogí valor para decir que había sido infectado por el  VIH, empezó ella aún más a llorar, y de repente yo deje de llorar al vez que ella tomaba el protagonismo de la supuesta desgracia,  y le dije:
-          Escolta que no en moriré ehhh[2]!!!
                Ella me dijo poseída por el drama:
-          Ahhhh noooo?????
                Y yo empecé a reír.
                Después de varios minutos todo se calmó, llego mi padre también se lo conté con más vergüenza y menos  miedo a la riña, y él lo adivino al empezar a explicar, cosa que no esperaba de un hombre sin una gran cultura general.
                Mi madre me agradeció que se lo contara a pesar de la forma en cómo se lo conté, ¿qué iba hacer yo? soy mitad andaluz así que de qué forma iba a decirlo sino con un poco de folclore, como me educaron ellos. A día de hoy mi familia es más fuerte, yo más independiente emocionalmente, tenemos una relación más auténtica. Y lo aprendido  es que no hay ESTIGMA QUE VALGA ante el amor y el aprecio.

Testimonio 8: 46 años, 9 de diagnóstico.
                En 2004 tuve un pequeño accidente con un desconocido: un condón se rompió y a pesar de la profilaxis post-exposición, quedé infectado con el VIH. Pensaba que me había librado. No tuve confirmación hasta el 2005, y mientras, me había hecho novio de alguien con quien manteníamos relaciones monógamas y desprotegidas. Cuando el médico me dio el resultado definitivo, mi primer miedo fue mi compañero: ¿cómo se lo digo? ¿Lo habré infectado? Afortunadamente, él estaba bien y lo entendió. Hablamos con el médico  sobre probabilidades, estadísticas, prácticas más y menos seguras. Él decidió seguir igual, dado que mi carga viral era muy baja. Pero la relación terminó por otras razones. Enfrentarme a la soltería, con 39 años y el VIH, fue un shock. ¿Quién me querrá? Nunca podré practicar el mismo sexo que antes, nunca me desearán como antes. Un año después conocí a otro chico. Fue muy difícil decirle mi estado serológico, pero no fue un problema, a pesar de que ciertas cosas (sexuales) él no me las hizo nunca en 4 años de relación.  Hoy  sigo soltero. Mi “limitación'' para querer ya no es el VIH, pienso, sino más bien la imposibilidad de encontrar a alguien capaz de ver/valorar más allá de la edad y del estado de “buenorrismo'' que los gais exigen hoy en día. Creo que si  (la mayoría) son tan superficiales (sobre el físico), lo serán más sobre el estado serológico. Ojalá me equivoque

Testimonio 9: 50 años, 5 de diagnóstico.
(Héroes)
                Por fin empiezo a disfrutar de nuevo de la vida. Tengo que confesar que tampoco me ha sido muy fácil. Pero lo que también puedo decir es que estoy muy orgulloso, ahora, de convivir con el HIV. Me ha transformado profundamente. Ahora soy más consciente de lo quiero y siento más fuerza y determinación para lograr mis objetivos.
                También en mis relaciones sexuales: disfruto más. Porque, quizás, no sólo siento con mis genitales, sino con todo mi cuerpo, con todo mi ser. Y creo de nuevo, en el amor entre dos hombres. Pienso, profundamente en lo inútil que es a veces juzgar las experiencias que vivimos, poniéndole las etiquetas de “buenas” o “malas”. Somos un saco de prejuicios…
                Ahora intento conectar con los pensamientos que me hacen disfrutar de lo misterioso, de lo inseguro, de lo arriesgado… me enfrento a los miedos y elijo el camino más constructivo.         Doy la bienvenida a la vulnerabilidad, todos estamos en la misma situación y en el mismo barco: la vulnerabilidad humana. Ante esto, las pretensiones son mera vanidad.
                Y cada uno respondemos de manera diferente a la vulnerabilidad, según condicionamientos, modo de ser, impulsos…
Estar a salvo es solo una ilusión, la seguridad es solo una ilusión. No sirve de nada apretar los puños y mandíbulas ante el dolor, la angustia, etc .Sólo queda abrir la mano…
                La gran conquista, es mirar a  la cara a lo que consideramos como adversidad…. seguir… seguir… seguir… como una gran comprensión que se despliega por sí misma.
                Ghandi dijo que lo más duro no fue enfrentarse al imperio británico, ni a los hindúes o musulmanes, sino enfrentarse a sí mismo.
                Por eso hay que mirar alrededor nuestro y percibirnos como “héroes”. Si, desde ese señor que viaja a tu lado en el metro, tus vecinos, tus hermanos, esos desconocidos…
                Todos tenemos una historia que contar, todos hemos sufrido, todos somos “héroes”  la inmensa mayoría en el más absoluto anonimato. Todos o casi todos, pensamos que los “héroes” son otras personas. Pero míralo bien: todos tenemos limitaciones, contradicciones, circunstancias y además nos queda tiempo para SONREIR, ABRAZAR… nuestro CORAZÓN, como la vida, es muy FRÁGIL… y ahí radica nuestra FORTALEZA….  

Testimonio 10: 42 años, 9 de diagnóstico.
                Recordar el día en que el VIH y servidor se hicieron íntimos hoy en día me es fácil, porque el miedo que tenía, y la angustia que sentía respecto a él, se ha ido disipando a medida de la información que voy recopilando y asimilando por diversas fuentes, por mi experiencia, siempre positiva, con médicos y enfermeras que desde hace nueve años se han dedicado a controlar el virus en mi organismo.

                Más que miedo a la enfermedad, yo tenía pánico a comenzar la medicación, porque creía que comenzar la medicación, era empezar a ir cuesta abajo en lo que a la salud se refiere.  Estaba convencido de que mi vida iba a cambiar de una manera radical, fotogramas de películas que tod@s conocemos me venían a la mente, imágenes angustiosas de dolor y sufrimiento. Según iba viendo, análisis tras análisis, que el número de copias iba aumentando y que los  CD4 iban bajando a la misma velocidad, el miedo iba en aumento.
                Fue  acudir a Gais Positius, y comenzar a asimilar información de otros hombres positivos y charlas con el psicólogo, (¡ole tú!), y entender que el miedo que tenia era simplemente irracional. Asi que desde finales de 2012, en mis visitas llegue incluso a pedirle al médico que comenzásemos con la medicación. Y sabéis que? Que la comencé el 21 de mayo de este año y un mes después estaba casi indetectable, y los últimos análisis ya me confirman mi indetectabilidad.
                Respecto al sexo, al principio he de reconocer que me costaba mucho… era excitarme con mi compañero, y cuando tenía que colocarme el preservativo, todo se venía abajo, nunca mejor dicho… Y solo podía pensar en por qué lo tenía que usar con mi compañero… Hasta que un día me dije que era ilógico lo que me estaba pasando porque yo siempre había practicado sexo seguro. Entonces, cuál era el problema?  Y a partir de ese día cuando practico sexo, estoy al tema, no al VIH.
                Mi familia, mis hermanos que viven a más de 500 kms., no saben que yo soy positivo… Uno porque no tengo comunicación de ningún tipo con el, y a los otros la verdad que no me gustaría preocuparlos, si estuviesen más cerca, en la misma provincia o ciudad, estoy seguro de que además de decirles que soy positivo, me gustaría compartir con ellos pues alguna visita médica y cosas así. De todas formas, si me gustaría decírselo algún día. Mi círculo íntimo de amigos conoce mi seroestatus, sin problema… Y cuando comienzo la relación con mi actual compañero, yo no era positivo, (de mi infección a confirmar el positivo pasa casi un año), y a él siempre le tuve informado hasta que me confirmaron que era positivo. En Enero harán 8 años que estamos juntos.
                Después de diez años conociendo el VIH de cerca, y nueve como positivo, convivir con el VIH no es una tragedia, ni angustioso ni doloroso… sigo siendo el mismo de hace diez años, un poco más viejo quizás, pero puedo decir que el VIH no es lo que más me preocupe en mi vida. Antes que el VIH están mi compañero, mi familia, mis amigos, y ser feliz o intentar ser feliz con todos ellos.

Testimonio 11: 31 años, 3 de diagnóstico.
                Tengo 31 años, descubrí que tenía VIH en Febrero de 2011, cuando tenía 28,  ya han pasado casi tres años. Durante los primeros meses, cuando supe que era seropositivo, pensé que mi vida cambiaria por completo, tenía una visión catastrofista basada en la desinformación, prejuicios, miedos... Pensé que nunca encontraría pareja, que nadie me iba a querer, que tendría problemas en mi entorno (amigos, laboral, familiar...), en general, creía que iba a ser rechazado.
                Después de este tiempo, puedo valorar que las cosas no han sido para nada de esta manera. Gracias a la información y atención psicológica que recibí en "Gais Positius" he perdido el miedo a tener VIH, he recibido información de las diferentes ITS desmitificando falsas creencias respecto a las prácticas de riesgo/vías de transmisión y he aprendido las técnicas para poder comunicar a mis amigos/familiares que soy Vih+ y poder hablar de ello con naturalidad.
                En el amor... no me ha ido nada mal, bueno, ya se sabe que los amores vienen y van... Normalmente no explico que soy vih+ a un amante que hace poco que conozco pero, en este caso fue diferente. Conocí a un chico seronegativo y nos enamoramos rápidamente, así que decidí explicarle que soy vih+ rápidamente poco después de conocerlo. Mantuvimos una relación estable y tiramos para adelante como cualquier otra pareja... Pienso que si realmente alguien te quiere, te va a querer por lo que eres, y no por tu seroestatus.
                Pero lo más bonito que me ha pasado en este tiempo es haber tenido la oportunidad de conocer a grandes amistades con las que he podido compartir dudas e inquietudes respecto al VIH, y después haberme podido formar como voluntario del 900 rosa y poder resolverlas yo mismo.
                Respecto a mi salud, me considero afortunado, por el momento mi sistema inmunológico es capaz de controlar el virus por sí mismo, y no necesito tomar ningún tipo de tratamiento. Solo tengo que ir al hospital dos veces al año para controlar que todo va bien... 
                En general, parece que la vida no me va tan mal después de mi diagnóstico, ya no le tengo miedo al VIH.

Testimonio 12: 36 años, 7 diagnosticado.
                Llevo 7 años conviviendo con VIH,  cuando te enteras que te infectas de esta enfermedad, empiezas a preguntarte el porqué te ha tenido que pasar esto a ti, te sientes hundido, irascible y pasas por diversas fases de aceptación, te entran los miedos a ser rechazado por tus amigos, familia,  piensas que no llegaras a encontrar nunca nadie que quiera compartir una relación contigo, y poco a poco te vas dando cuenta que teniendo la mayor información posible, es mucho más fácil convivir con ello, empiezas a explicarle a los más íntimos como te sientes y que te pasa, yo lo definiría como volver a salir del armario en otro sentido, que puedes llevar una vida normal conviviendo con el virus. Solo me gustaría aconsejar a los más jóvenes que piensan que como el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica no toman las medidas necesarias, y que esto en mi caso me afecto mas a nivel mental que no físico.

Testimonio 13: 44 años, 15 de diagnóstico.
                Mi vida con el VIH comienza en Marzo de 1998.Hacía un par de meses que la persona que había sido mi pareja durante un par de años me comentó que me hiciera de nuevo las pruebas porque él había salido positivo. Cuando comenzamos nuestra relación los dos dimos negativo, por lo cual dejamos de usar preservativo. El problema fue que él se acostó con otra gente durante la relación y no tomó precauciones y cogió V.I.H. y por consiguiente yo también...
                El día que me dieron el resultado no me afectó tan mal como yo pensaba (seguramente debido a que la mayoría de mis amistades lo tenían)...
                Desde entonces no he tenido problemas, ya que mi familia lo supo y las amistades que tenía me dieron su apoyo. Al poco comencé una relación que ha durado 12 años con otra persona seropositiva por lo cual no hubo ningún problema, aunque sí que es verdad que ahora que estoy sin compromiso algunos comienzos de amistad que había empezado se han terminado en el momento en que comento el hecho de ser SEROPOSITIVO...
                No tengo duda que la gente ha cambiado porque he conocido parejas serodiscordantes, así que seguro que hay alguien para mí en algún sitio...
                Mucho ánimo a todos y un saludo...

Testimonio 14: 33 años, 2 diagnosticado.
                Un diagnóstico positivo es difícil de asimilar por muchas razones, aunque para mí la mayor es el sentimiento de culpa porque sabía cómo se adquiría pero aún así me confié y lo relegaba a algo que le pasaba a "otra gente" y no algo que me podía afectar a mí personalmente. En mi caso, aceptar el diagnóstico no ha sido lo difícil porque estoy convencido que mientras más rápido se haga y se inicie tratamiento y se adapte a un nuevo estilo de vida más saludable, mejor me irá y eso sí que es algo positivo que ha salido de esta situación. Pero lo difícil viene en las pequeñas cosas, el pensar constantemente en qué pensarían los que están a mi alrededor si supieran, en planificar los viajes tomando en cuenta que llevaré medicación de forma crónica, en que tal vez si decido buscar trabajo fuera del país esto pueda ser un limitante real. Para mí lo más difícil no ha sido aceptar la parte médica del diagnóstico, sino todo lo demás

Testimonio 15: 33 años, 13 diagnosticado.
                Empezar el tratamiento con antirretrovirales fue, para mí, un segundo diagnóstico. Tal vez más duro aún, ya que durante años sólo había intentado actuar con todas mis fuerzas cómo si el VIH no formara parte de mi vida. Ahora puedo afirmar que lo más difícil no ha sido convivir con la enfermedad, sino convivir con la ocultación y el consiguiente miedo a ser descubierto.
                Desenredar los nudos que yo mismo, en parte, había provocado fue al principio muy complicado. Pero fui descubriendo poco a poco que a las personas de mi entorno no les importaba en absoluto mi condición serológica. Seguían compartiendo espacios, cenas, abrazos como si nada hubiese cambiado en el concepto que de mí tenían. Fui descubriendo también que la rabia y el odio que sentía hacia mí mismo eran en realidad falta de autoaceptación. 
                La verdadera libertad fue decidir compartir este "terrible secreto" con mi yo interior. No desde la culpa, desde un juicio de valor pesimista, la conmiseración, la vergüenza, el reproche, sino con naturalidad. Perder el miedo al estigma social es un ejercicio constante de transformación: del aislamiento a la apertura, de la privación a la aportación.



Testimonio 16: 46 años, 3 diagnosticado.
                Mi primer pensamiento fue que ya nunca más iba a poder volver con mi ex y que me costaría mucho volver a tener pareja. Me equivoque, no solo tengo pareja si no que además vivo la vida igual que antes, no tengo ningún miedo, ni nunca lo tuve mas que el mencionado, "estar solo". Estoy bien, ahora tomo solo dos pastillas en el desayuno, estoy feliz, vivo tranquilo, paso mis controles cada seis meses, y solo deseo que pronto llegue una cura definitiva, para las personas de VIH.

Testimonio 17: 45 años, 25 diagnosticado.
                Una mañana de junio de 1988 un doctor completamente perplejo y algo  desorientado me comunico que había dado positivo. No daba crédito lo que estaba escuchando, las palabras de ese medico eran como una agonizante pesadilla, no fue días después que me envolví dentro de un manto lleno de miedos.
                Miedo al dolor, el sufrimiento, miedo al rechazo, miedo a lo desconocido, la muerte, miedo al dolor de mis familiares, miedo al ver que tenía muchas cosas pendientes por resolver, sitios donde deseaba viajar, cosas que deseaba hacer, aprender a esquiar, poder conocer gente maravillosa , resolver conflictos familiares, pero sobre todo conseguir poner en orden mi interior .
                Todos estos miedos se hacían cada vez más enormes a medida que pasaba el tiempo. Veía mi impotencia de NO poder vivir para poder morir con los deberes bien hechos. Pasaron muchos años, mi cuerpo iba aguantando con las últimas medicaciones que  descubrían, eso hizo que tuviera  la gran oportunidad de tener el tiempo suficiente para vencer mis miedos  y sabéis como lo he conseguido con EL PODER DEL AMOR.
                Con mucho AMOR y ayuda aprendí a ACEPTAR mi situación, es solo entonces cuando empecé a crecer SABOREANDO LA VIDA, viviendo en el aquí y ahora, dándole más importancia a ciertos valores pudiendo resolver todos mis asuntos pendientes, perdonándome, QUERIÉNDOME , amando todas las cosas hermosas de la vida, comprendiendo a los demás, aceptándolos sin juzgar, consiguiendo sentir una plenitud de amor y paz indescriptible donde la armonía reside incluso ante los conflictos, porque descubrí que los pensamientos negativos como la culpa y la preocupaciones no me solucionan nada. Hoy en día sigo creciendo en este maravilloso camino que la vida me está ofreciendo.
                Ante cualquier dificultad busco ayuda y poniendo todo el AMOR que puedo día a día crezco con mas luz.  Podría explicaros infinidad de cosas que me ha enseñado esta situación pero la más significativa es que el AMOR   es la energía más poderosa que hay en el universo todo lo puede todo lo vence.
                BÚSCALO EN TU INTERIOR, ACEPTÁNDOTE , VALORÁNDOTE, QUERIÉNDOTE ,ACÉRCATE A TUS SERES QUERIDOS DEMUÉSTRALES TODO TU AMOR, AYUDA A QUIEN LO NECESITE, mientras tanto observa todas las cosas bellas de la vida ACERCÁNDOTE DONDE HAY LUZ porque la LUZ  a mi me abrió los ojos. Si yo pongo buena voluntad en este camino  con paciencia y AMOR consigo estar en PAZ

Testimonio 18: 42 años, 4 diagnosticado.
                Recuerdo muy bien el momento en que me diagnosticaron el VIH. El mundo se me cayó encima. Me culpaba a mí mismo por haberme infectado y pensaba que era el justo castigo por mi descuido. Mirando hacia atrás me doy cuenta que el proceso de aceptación es el mismo por el cual se pasa cuando muere una persona querido.
                La verdad es que he tenido suerte. Me he infectado en un momento histórico en que el VIH ya no significa muerte cierta. De hecho se está transformando en una enfermedad crónica con una calidad de vida prácticamente normal.
                También he tenido mucha suerte porque he tenido gente a mi alrededor que me ha ayudado y querido incluso en momentos en los que, ni siquiera yo, me quería.
                Y quererse es fundamental.

Testimonio 19: 44 años, 5,5 diagnosticado.
                La primera vez que oí hablar del SIDA, entonces era SIDA, eran los ochenta y estaba en el bachillerato. Coincidió con mi pubertad, muy mal llevada en el tema sexual, y supongo que se convirtió rápidamente y sin quererlo en un sinónimo de lo que yo creía ser: marica = culpable = enfermedad/castigo. Un razonamiento extraordinariamente simplón, que hoy me hace reír, pero que desgraciadamente ha jodido de forma silenciosa a mucha gente como yo.
Este silogismo tan simple, hizo que cuando me emancipara sexualmente a los 24 años, el SIDA siempre pesara sobre mi cabeza como una maza; yo era marica y consiguientemente yo, tarde o temprano, tenía que contraer el SIDA. Muy al principio tomaba muchas precauciones y aún y así cuando me hacía los análisis no entendía como daban negativo, luego dejé de ser tan precavido y me enganché al sexo esporádico. Me pasó un poco como al ludópata: primero echa una monedita y gana, vuelve a echar otra monedita y pierde y luego ya tiene que echar sin parar muchas monedas más para volver a ganar solo un poquito de vez en cuando, y en realidad lo que no deja de hacer continuamente es perder. El juego, el riesgo, la emoción y, en mi caso, al final la adicción. Yo no soy ludópata pero sí que he tenido experiencia con otras adicciones, como el alcohol. El alcoholismo es una patología, tan jodida como poco conocida, porque para entenderla realmente hay que haber estado metido dentro. Y porque el hecho de consumir una substancia adictiva como el alcohol (que casi todo el mundo consume) no presupone necesariamente que a todos les acabe provocando el mismo efecto destructivo que a mí. No es ni cuestión de fuerza de voluntad, ni de ser más o menos vicioso, simplemente se da, de la misma manera que se da quien es propenso a engordar sin comer más que otro o a perder el cabello, sin que ello presuponga que sea una mala persona. De nada sirve que te digan “debes beber menos” o “intenta hacer otras cosas”. La tenaza de la adicción tiene una fuerza brutal y es tan sutil que cuanta más resistencia le pones peor es el efecto rebote que se recibe. Y lo peor de todo, al menos así fue en mi caso, desde fuera todo parecía ok, nadie podía sospechar que yo tenía un gran problema dentro.
                Justo antes de que me diagnosticaran estaba muy jodido (no por el virus que aun no se había cebado con ninguna enfermedad oportunista), si no porque bebía mucho y mi autoestima estaba realmente por los suelos. A menudo pensaba que si no me llegaba matar el VIH me iba a matar el alcohol. Un día me senté en el alféizar de mi terraza y me dije -si me voy abajo todo acabaría-. Toqué fondo, tuve la extrema lucidez de pedir ayuda, acudí a una psicóloga Gestalt. Le vomité mis penas y me dijo (con extrema lucidez también por parte de ella) que para tratarme tenía que resolver primero el problema del alcohol, que ella no podía hacer nada con ese tapón en mi alma y que intentara acudir a un grupo de gente con mi mismo problema. Me metí en AA, seguí con la terapeuta, en medio del fregado me diagnosticaron el VIH… Podría haber sido la gota que colmara el vaso, sin embargo, ese detonante, aun no sé cómo, fue el inicio de la RECUPERACIÓN. Dejé de beber, me hice más consciente de mi salud alimentándome y durmiendo bien, me apunté al gimnasio y recomencé a hacer algo que me encanta: pintar. Sin embargo no me he convertido ni en un santo ni en un ángel; soy básicamente el mismo; a veces la cago, reconozco mis subidones, a veces vienen y caigo de bruces en ellos. Lo único que NO me permito ahora es culpabilizarme por mis actos y tampoco el beber alcohol.

                El VIH sigue siendo un tema que aun me incomoda un poco, (supongo que nadie se alegra de ser seropositivo); no me causa el pánico que me causaba al principio pero aun no lo he normalizado del todo en mi vida. Sin embargo, no me cabe duda de que “gracias” al VIH he podido empezar a tomar conciencia de mi situación, me ha ayudado a detenerme para abrir los ojos y me ha posibilitado una cosa que también es graciosa: ver que en el mundo no solo existo yo, si no que hay más gente y que de entre esa gente hay algunos con los que puedo compartir vivencias, emociones, sentimientos similares... Todo un lujazo! poder “pertenecer a un grupo”... Ja ja, no sé si de chaval cuando me atormentaba en mi soledad me hubiese imaginado que mi tan anhelada pertenencia a un grupo acabara siendo el de Gais Positius, pero aquí estoy y no puedo más que estar agradecido. Gracias también a ti Gabriel, MUAC!!!

Hasta aqui el post original, el que lo escribe es un psicólogo español el cual se especializa en atender a la comunidad gay, su correo es consulta@gabrieljmartin.com

Gracias por el permiso para su publicación 

1 comentario:

Juan Gomez dijo...

Todavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, me llamo Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro seguí buscando un curar incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor medio ambiente, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128